Otras veces os preparo para esta sección artículos relacionados con el desarrollo de los más pequeños o con temas de neurociencia o alimentación, pero en esta ocasión me he permitido la licencia de escribiros como madre, desde el punto de vista de la maternidad aunque no pueda desligarme de mi formación docente.

¿Qué esperamos de nuestros hijos?

Podría recurrir a tópicos como que crezcan sanos y felices, pero son precisamente tópicos porque se da por hecho que es así, ni siquiera nos planteamos que pueda ser de otra manera, que tengan éxito en la vida, que sean buenas personas…

Yo para mis hijas quiero que sean personas emocionalmente estables, tan poco y tan todo a la vez, porque creo que esa es la esencia de la felicidad, asumir que la felicidad son momentos y que estos momentos deben encontrar el equilibrio con otro tipo de emociones o estados de ánimo.

Cuando hablo con compañeras o con amigas de la maternidad/paternidad me han oído decir muchas veces que “los padres perfectos no existen (por suerte)” pero sí creo que les debemos a nuestros hijos parar de vez en cuando, hacer acto de conciencia y reflexionar sobre nuestro papel como padres, valorar en qué podemos estar equivocándonos, reflexionar acerca de lo que podemos mejorar y darnos una palmadita en la espalda por todas esas cosas que hacemos bien en el día a día.

Educación y valores

Los niños de hoy en día saben de todo, inglés, ajedrez, chino, robótica, violín…, pero tengo la sensación de que en ese afán de entender la educación desde el prisma de la formación, hemos perdido mucho por el camino, se nos olvida explicarles por qué deben dejar su asiento en el autobús a una persona mayor, que para entrar en un lugar primero se ha de llamar a la puerta, pedir permiso y saludar, que comemos bien sentados y nos limpiamos con la servilleta antes de beber, que se saluda a los vecinos, a los profesores o al conductor del autobús y si es posible se acompaña ese saludo con una sonrisa…que es gratis.

«Espero para mis hijas esa educación que mis padres y mis abuelos me dieron a mí, que parece que ahora ya no está de moda o no importa tanto».

Espero que mis hijas sientan que son “mis princesas” pero que entiendan que en el día a día, en el mundo real son una más, especiales para todos los que las conocemos y las queremos, pero unas desconocidas para otros tantos…que no pasa nada por tener que esperar para conseguir lo que quieren, no todo es quiero esto y lo obtengo al momento (ni siquiera en su pequeño reino que es mi casa), que las cosas se consiguen con esfuerzo, intentando dar siempre lo mejor de uno mismo y que las cosas tienen un coste (material o no) porque cuanto más nos cuesta alcanzarlas más las valoramos y las cuidamos.

Espero para mis hijas que sean ambiciosas, pero no para conseguir logros materiales o éxitos sociales, que sean ambiciosas consigo mismas, que intenten cada día ser un poco mejor que el día anterior, que si hoy no se nos ha dado muy bien el patinete o el examen nos haya salido “regulin” el objetivo para mañana sea que esforzarnos para que nos salga un poco mejor que hoy.

Momentos especiales y reflexiones

Hace algún tiempo cayó en mis manos un artículo de una mamá psicóloga (es lo que tenemos las mamás…somos madres entre otras muchísimas facetas, cocineras, lavanderas, payasos….y las aglutinamos todas en ellas en nuestros CV de “Madre y…”) en el que contaba cómo cada noche, antes de dormir jugaba con sus hijos a “Qué suerte tengo” y en ese momento repasaban el día y decían en voz alta qué les había hecho sentirse afortunados.

Os invito a todos a que lo probéis, a que cada noche en familia os paréis a pensar en las pequeñas cosas del día a día que se nos escapan de la percepción global y las absorben las prisas y el reloj, pero que son la esencia de la vida, a veces es un simple “qué suerte tengo porque hoy he tenido educación física” o “qué suerte tengo que nos hemos ido de excursión” y otras veces es un “qué suerte tengo porque mamá y papá han jugado conmigo a las cosquillas antes de la cena”

Evidentemente espero y deseo que mis hijas sean felices, pero espero ayudarlas a entender que la felicidad convive con otros estados de ánimo (como en la película de Disney), que cuando en la vida encuentren un obstáculo, se paren, reflexionen e intenten sortearlo porque estoy segura de que lo conseguirán. Que sepan que yo estaré a su lado para lo que sea, que las acompañaré en el camino pero que no las llevaré en brazos evitando que así puedan tropezar, que les curaré las heridas con todo el amor del mundo si se caen.

Apreciando la vida y el aprendizaje

Sólo espero que se paren a mirar a sus lados para apreciar las pequeñas cosas, para ofrecer su ayuda si alguien la precisa, que crean firmemente que sonreír es algo sencillo que nos hace a todos la vida más agradable, que los problemas se superan porque todo pasa, qué sepan todas las cosas que hacen bien pero que también reflexionen para mejorar las que son mejorables (no las dejaré que crezcan creyendo que son infalibles porque aunque las adore, no lo son).

Solamente espero que si un día son madres , jueguen con sus hijos a  “qué suerte tengo” y cuando sea su turno digan “Qué suerte tengo que mi madre me enseñó este juego”.

Pilar Sevilla

Directora E.I. Caperucita Rosa

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